Amo Ergo Sum
sitio web dedicado a la meditación de los misterios del Rosario
Vive Jésus, Vive Marie
Vive Jésus, Vive Marie
65. El principal cuidado del alma cristiana es caminar hacia la perfección. «Sed fieles imitadores de Dios, como hijos suyos queridísimos que sois», nos dice el gran Apóstol. Esta obligación está comprendida en el decreto eterno de nuestra predestinación como el único medio debidamente ordenado para con seguir la gloria eterna. San Gregorio de Nisa dice gráficamente que somos pintores. Nues tra alma es el lienzo sobre el cual debemos aplicar el pincel; las virtudes son los colores que deben prestarle belleza; y el original que debemos copiar es Jesucristo, imagen viva que representa perfectamente al Padre eterno. De modo que, así como un pintor, para hacer un retrato al natural, pone el original ante sus ojos y a cada pincelada vuelve a mirarlo, del mismo modo el cristiano debe tener siempre ante sus ojos la vida y las virtudes de Jesu cristo, para no decir, hacer ni pensar nada sino conforme a Él.
66. Para ayudarnos en la obra importante de nuestra predestinación, la Santísima Virgen ordenó a Santo Domingo exponer a los fieles que recen el Rosario los misterios sagrados de la vida de Jesucristo, no solamente para que le adoren y glorifiquen, sino principalmente para que regulen su vida y sus acciones con sus vir tudes. Ahora bien, de igual manera que los hijos llegan a imitar a sus padres viéndoles y conversando con ellos y aprenden su lengua oyéndoles hablar, como un aprendiz consigue dominar su arte viendo trabajar a su maestro, así también los fieles cofrades del Rosario, considerando seria y devotamente las virtudes de Jesucristo en los quince misterios de su vida, se hacen semejantes a su Maestro divino, con el auxilio de su gracia y por la intercesión de la Santísima Virgen.
67. Si Moisés ordenó al pueblo hebreo de parte de Dios mismo que jamás olvidase los beneficios de que había sido colmado, con mayor razón el Hijo de Dios puede mandarnos que grabemos en nuestro corazón y tengamos constantemente ante nuestros ojos los miste rios de su vida, de su pasión y de su gloria, puesto que son bene- ficios con que Él nos ha favorecido y con los cuales mostró el exceso de su amor por nuestra sal- vación. «¡Oh vosotros que pasáis por el camino, mirad y ved si hay dolor comparable a mi dolor, que sufro por vosotros!» «Acordaos de mi pobreza y vida errante, del ajenjo y amargor que sufrí por vosotros en mi pasión.»
Estas palabras y muchas otras que pudiéra mos recordar, nos convencen sobra damente de la obligación en que estamos de no conten tarnos con rezar vocalmente el Rosario en honor de Jesucristo y de la Santísima Virgen, sino ir meditando al mismo tiempo sus miste rios sagrados.
68. Jesucristo, el divino esposo de nuestras almas, nuestro dulcísimo amigo, desea que recordemos sus beneficios y los estimemos sobre todas las cosas. Tiene gloria accidental, como también la Santísima Virgen y todos los santos del cielo, cuando meditamos con afec tuosa devoción los misterios sagrados del Rosario, que son los más visibles efectos de su amor a nosotros y los más ricos presentes que pudo hacernos, pues por ellos gozan de la glo ria la Santísima Virgen y todos los santos.
La Beata Ángela de Foligno pidió un día a Nuestro Señor que le indicara con qué ejerci cio podía honrarle más. Y apareciéndosele en la Cruz, le dijo: «Hija mía, contempla mis lla gas.» Aprendió de este amable Salvador que nada le es más agradable que la meditación de sus sufrimientos. Después le descubrió las heridas de su cabeza y varias circunstancias de sus tormentos Y le dijo: «He sufrido todo esto por tu salvación, ¿qué podrías hacer que iguale mi amor por ti?»
69. El Santo Sacrificio de la Misa honra infi- nitamente a la Santísima Trinidad, porque representa la pasión de Jesucristo Y por medio de ella ofrecemos los méritos de su obediencia, de sus sufrimientos y de su sangre. Toda la corte celestial recibe con la Santa Misa gloria accidental, y varios doctores, con Santo To más, nos dicen, por la misma razón, que el cielo se alegra de la Comunión de los fieles, porque el Santísimo Sacramento es un memo rial de la pasión y muerte de Jesucristo, y por él participan los hombres de estos frutos y adelantan en el negocio de su salvación.
Ahora bien, el Rosario –rezado con la meditación de los misterios sagrados– es un sacrificio de alabanzas a Dios por el beneficio de nuestra Redención y un devoto recuerdo de los sufrimientos, muerte y gloria de Jesucristo. Es, pues, cierto que el Rosario causa gloria, cierta alegría accidental a Jesucristo, a la San tísima Virgen y a todos los bienaventurados, porque no desean más, para nuestra dicha eterna que vernos ocupados en un ejercicio tan glorioso para nuestro Salvador y tan salu dable para nosotros.
70. Nos asegura el Evangelio que un peca dor que se convierte y hace penitencia causa alegría a todos los ángeles. Si es suficiente para alegrar a los ángeles que un pecador deje sus pecados y haga penitencia, ¿qué alegría, qué júbilo será para toda la corte celestial, qué gloria para el mismo Jesucristo, vernos en la tierra meditar devotamente y con amor sus abatimientos, sus tormentos y su muerte cruel e ignominiosa? ¿Hay nada más eficaz para tocarnos y llevarnos a sincera penitencia?
El cristiano que no medita los misterios del Rosario demuestra gran ingratitud hacia Jesucristo y la poca estima que hace de cuan to el divino Salvador ha sufrido por la salva ción del mundo. Su conducta parece decir que desconoce la vida de Jesucristo, que pone poco cuidado en aprender lo que ha hecho, lo que ha sufrido para salvarnos. Este cristiano puede temer que, no habiendo conocido a Jesucristo, o habiéndole olvidado, lo rechace el día del juicio con este reproche: «En verdad te digo que no te conozco.»
Meditemos, pues, la vida y sufrimientos del Salvador durante el Santo Rosario, aprenda mos a conocerle y reconocer sus beneficios para que Él nos reconozca como hijos y ami gos suyos en el día del juicio.
71. Los santos hacían objeto principal de su estudio la vida de Jesucristo, meditaban sus virtudes y sufrimientos, y por este medio lle garon a la perfección cristiana. San Bernardo empezó por este ejercicio, que continuó siem pre. «Desde el principio de mi conversión –dice– hice un ramo de mirra compuesto con los dolores de mi Salvador, puse este ramo sobre mi corazón pensando en los azotes, las espinas y los clavos de la pasión y aplicaba todo mi ingenio a meditar todos los días estos misterios.»
Éste es también el ejercicio de los santos mártires; nos admira la forma como triunfa ron de los más crueles tormentos, ¿de dónde pudiera venir aquella admirable constancia de los mártires, dice San Bernardo, sino de las llagas de Jesucristo, acerca de las cuales hací an ellos frecuente meditación? ¿Dónde estaba el alma de estos generosos atletas cuando su sangre corría y su cuerpo era triturado por los suplicios? Su alma estaba en las llagas de Jesucristo, y estas llagas los hacían invencibles.
72. La Santísima Madre del Salvador ocupó toda su vida en meditar las virtudes y sufrimientos de su Hijo. Cuando oyó a los ángeles entonar en su nacimiento cánticos de alegría, cuando vio a los pastores adorarlo en el esta blo, se llenó de admiración y meditaba sobre todas estas maravillas. Comparaba las grande zas del Verbo encarnado con sus profundos abatimientos; la paja y el pesebre, con su trono y con el seno de su Padre; con el poder de un Dios, con la debilidad de un niño; su sabidu ría, con su sencillez.
La Santísima Virgen dijo un día a Santa Brígida: «Cuando contemplaba la hermosura, la modestia, la sabiduría de mi Hijo, mi alma se sentía transportada de alegría, y cuando consideraba que sus manos y sus pies habían de ser atravesados con clavos, vertía un torrente de lágrimas, partiéndoseme el corazón de dolor.»
73. Después de la Ascensión de Jesucristo, la Santísima Virgen dedicó el resto de su vida a visitar los lugares que este divino Salvador había san- tificado con su presencia y con sus tormentos. Allí meditaba sobre el exceso de su caridad y los rigores de su Pasión. Ése era también el ejercicio con- tinuo de María Magdalena durante los treinta años que vivió en la Sainte-Baume . En fin, San Jerónimo dice que ésa era la devoción de los primeros fieles. Iban, de todos los países del mundo, a Tierra Santa, para grabar más profundamente en sus corazones el amor y el recuerdo del Salvador de los hombres con la vista de los objetos y lugares por Él consagrados con su nacimiento, sus trabajos, sus sufrimientos y su muerte.
74. Todos los cristianos tienen una sola fe, adoran a un solo Dios, esperan una misma felicidad en el cielo; sólo conocen un media dor, que es Jesucristo; todos deben imitar este modelo divino y para ello considerar los mis terios de su vida, sus virtudes y su gloria. Es un error imaginarse que la meditación de las verdades de la fe y de los misterios de la vida de Jesucristo es sólo para los sacerdotes, religiosos y aquellos que se han retira- do fuera del mundo. Si los religiosos y eclesiásticos están obligados a meditar acerca de las grandes verdades de nuestra santa religión, para res- ponder dignamente a su vocación, los seglares están igualmente obligados, a causa de los peligros que tienen diariamente de per derse. Deben, pues, armarse con el frecuente recuerdo de la vida, de las virtudes y de los sufrimientos del Salvador, que nos represen tan los quince [veinte] misterios del Santo Rosario.
"No encuentro nada más poderoso para atraer el reino de Dios, la Sabiduría eterna, dentro de nosotros, que unir la oración vocal a la oración mental, recitando el Santo Rosario y meditando los quince misterios que contiene."
San Luis Maria grignon de Montfort
Hoy en día el Rosario tiene 20 misterios:
5 felices, 5 dolorosos, 5 gloriosos y 5 misterios luminosos propuestos por el Papa Juan Pablo II
en su
carta apostólica
Rosarium Virginis Mariae